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15 A pesar de eso, Dios amó a su pueblo y a su templo, y les envió muchos mensajeros para llamarles la atención. 16 Pero la gente siempre se burlaba de los mensajeros de Dios y de los profetas, y no les hacían caso. Y así siguieron hasta que Dios ya no aguantó más y, muy enojado, decidió castigarlos.

Dios castiga a su pueblo (2 R 25.8-21; Jer 39.8-10; 52.12-30)

17 Dios hizo que Nabucodonosor atacara Jerusalén y la derrotara. El rey Nabucodonosor mató a los jóvenes en el templo, y luego mató a muchos de los habitantes de Jerusalén, sin importar si eran hombres o mujeres, niños o ancianos.

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